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La extraña luz de las palabras

Radka Denemarková

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

16 de septiembre

He conocido estos días a la escritora checa Radka Denemarková y en seguida me cautivó su fuerza de equívoca introversión, propia de una mujer discreta que parece tímida y no lo es, con una voz baja, parsimoniosa y sutil que al hablar suelta pequeñas bombas llenas de ironía, agudeza o provocación. Al cabo de unas horas charlando con ella, descubrí –y ella lo confesó– que la propia Radka es su personaje, Gita Lauschmannová, la protagonista de ‘El dinero de Hitler’ (Galaxia Gutenberg), la excelente novela, literaria y luminosa, extrañamente luminosa, que ha venido a presentar a España. Esa luz proviene de que, cuando Radka dice –metafóricamente– que ella es Gita, lo que está haciendo es asumir el papel de una víctima que exige justicia, que exige la verdad, pues eso es lo que se reclama en la peripecia de ‘El dinero de Hitler’, una restitución de la verdad y de la justicia. Una luz literaria muy intensa.

La novela ilustra moralmente el conflicto casi ignoto del que fueron víctimas las personas –judías o no– de origen alemán que vivían en los Sudetes, en Checoslovaquia, antes de 1939 y que sobrevivieron a la guerra. Al regresar a su país, fueron consideradas traidoras por ser alemanas y metidas en campos comunistas donde revivieron todo tipo de horrores. El rodillo estalinista de la postguerra europea fue demoledor, duradero, cruel, incontestable y colectivo. Cuando a finales del XX y principios del XXI se restituyó la memoria de todas esas víctimas del comunismo, en mayor o menor grado, se comprobaron las atrocidades, arbitrariedades y maldades que causaron heridas muy profundas, cicatrices indelebles e interminables deudas morales en toda la población, ya fueran víctimas o cómplices de los verdugos.

Gita Lauschmannová, la protagonista, es una de esas víctimas que busca justicia y verdad, algo que siempre es esquivo. Gita vuelve a Puklice, su pueblo, después de sobrevivir en Auschwitz. Pero ahora su casa está ocupada. Su familia ha muerto (su padre era un industrial judío de origen alemán). En ese momento, Gita comprende dos cosas que desconocía: que es judía y que es alemana. Ya no le dejan ser lo que creía ser: checa, parte de ese pueblo, parte de todos. Los nuevos ocupantes son el colectivo que se venga de los nazis en ella. Brutalmente. Y Gita vuelve a sufrir el mismo infierno que creía haber dejado atrás. Entonces, una mujer, María, la ayuda a sobrevivir. Años después –en 2005– regresa al pueblo a reivindicar la memoria de su padre y sus propiedades. La tachan de loca, pero el país ha cambiado. Todos han cambiado, aunque sigue faltando la verdad. Gita, durante varios ‘regresos’ a Puklice, quiere usar lo que ella llama “el dinero de Hitler” para urdir una sutil venganza: aprovecharse de los fondos que le han dado como compensación por sus penalidades (“mala conciencia alemana”) para erigir un monumento en recuerdo de su padre. Varios secretos afloran en ese momento y dejarán al lector realmente atónito y conmovido.

Esta es la quinta novela de Denemarková y es un modo original de tratar el tema de judíos y nazis: se aborda aquí la perspectiva del regreso. En el punto de vista de esta novela confluyen dos corrientes universales. Una es la historia colectiva enfrentada a la historia individual. La primera siempre gana. Se escenifica ese enfrentamiento como en un drama griego: el individuo, Gita, solo frente al colectivo, el pueblo, el coro. Y la otra corriente es el choque entre dos mujeres muy distintas, la dos protagonistas de la novela, Gita y Maria, la mujer que la ayudó pero que se quedó con su casa y emborronó su pasado hasta diluirlo en la confusión. Es, además, una metáfora política de los dos momentos históricos que han sacudido a los países del centro y del este de Europa: de 1939 a 1945 y de 1945 a 1989. Son dos mujeres y son dos patrias.

Gita Lauschmannová es una mujer dura, resistente, egoísta, obsesiva, implacable, y María es críptica, mezquina, cobarde, implacable y egoísta también. Ambas se odian y se respetan, y ninguna, además, sabe el secreto que encierra la otra (solo el lector). Es asombrosa, sin embargo, la conmovedora resistencia física y moral de Gita (“Lo principal es resistir, no desmoronarse, no gritar”, mantra que repite todo el tiempo). Como es terrible el silencio impenetrable de María, un silencio de madre y esposa. Y de vencedora.

‘El dinero de Hitler’ es una novela redonda, crítica, demoledora, sobre la imposible restitución de la Historia en la realidad. No se puede evitar lo que ya sucedió, no se puede cambiar el reparto de papeles, y no se aprende de las víctimas, pese a ser las portadoras de la experiencia. La restitución del pasado no sucede en la vida. Queda para la literatura. Los seres humanos no regresan nunca a la casilla de inicio de sus vidas. Ni rehacen sus hechos. Aunque parezca que nada queda impune, todo siempre puede ir a peor, a un laberinto, a un callejón sin salida, por mucho que siempre se crea buscar al justicia. Pero la justicia es humana (como en todo drama griego). Aquí todo converge en una frase de un personaje, cuando dice que, en resumidas cuentas, “somos humanos” como última justificación de la maldad. Esto lo hace todo más complejo: al final, la épica y la mezquindad se dan la mano, por así decir. Como admirable mérito de Denemarková, hay que destacar que no existe aquí ni un ápice de maniqueísmo: no hay juicio de personajes, los hechos se juzgan ellos solos. Es la mente de las víctimas y de los verdugos la que siempre es ambigua. Esta poderosa ambigüedad es un atributo clave en esta magnífica novela que he tenido la suerte de leer.

 

 

© 2008 Adolfo García-Ortega  Todos los derechos reservados