Otra Galaxia › Listado de columnasObligatorio leer ‘Karoo’

Obligatorio leer ‘Karoo’

 

 

 

 

 

 

 

 

 

21 de agosto
El guionista norteamericano Steve Tesich falleció en 1996 de un infarto. Murió sin haber visto publicada su novela ‘Karoo’, aparecida en 1998. Huérfana de autor, la novela recibió los elogios de algunos escritores, el beneplácito de la crítica y el suave olvido de los lectores. Pero las grandes obras nunca se pierden, vuelven a elevarse en el tiempo hasta hallar su sitio destacado. Y el tiempo de ‘Karoo’ llegó. El rescate vino en 2012 a través de una pequeña editorial francesa. Supuso un descubrimiento absoluto, primero en Francia y enseguida en el resto del mundo, incluido EE.UU., donde era considerada ‘solo’ una novela de culto de un autor cuyo mayor éxito había sido –y no es poco– un Oscar al mejor guion original en 1979. Es así como ha llegado a España, donde la ha publicado Seix Barral en una traducción memorable del escritor Javier Calvo.

Cuento esto porque, sin la menor duda, realmente la lectura de ‘Karoo’ me ha supuesto una conmoción. Creo que es una de las mejores novelas que he leído. Su historia tiene toda la fuerza de las novelas míticas que resucitan con justicia para ganar el corazón de los lectores. Posee la grandeza de las obras maestras únicas, como ‘La conjura de los necios’ o ‘El guardián entre el centeno’.

Para poder disfrutarla, no hay que revelar su argumento. Este es una de sus bazas más atractivas. Solo diré que el protagonista, Saul Karoo, es un guionista “arreglador de películas”, lleno de humor y melancolía que va por la vida caminando por el filo entre la tragedia y la comedia, entre la ternura y la acidez. Tesich ha logrado crear un personaje insólito e insolente, extraño y cálido, destructivo y lúcido. Un coloso, un mito, este Karoo que aborda una de las más peculiares e imaginativas odiseas que la imaginación actual ha dado. Por otro lado, en el modo de escribir de Tesich hay algo que solo es digno de calificarse como belleza, hallazgo. No creo recordar muchas novelas con esta fuerza cautivadora. Ni creo recordar muchas novelas con dos o tres giros argumentales tan fascinantes como las que suceden en ‘Karoo’. Tardará mucho en irse de mi cabeza el eco de sus páginas, de su historia magnífica y sobrecogedora. Al final, me queda una alegría que es también un escalofrío: he leído esta novela, pero cuánto placer literario me habría perdido si no lo hubiera hecho.

27 de agosto
Amo los autómatas y los robots tanto como me aterran. Creo que de eso quería dejar constancia cuando escribí mi novela ‘Autómata’ en 2006. Y quien, como yo, conserva esa relación ambigua con los seres inanimados animados, se siente atraído como un imán hacia las obras en que los autómata aparecen. Últimamente los he visto en dos muy dispares, aunque no tanto. Por un lado, en la última de novela de Peter Carey, ‘La naturaleza de las lágrimas’ (Alfaguara), misterioso relato donde se asiste, en dos planos históricos, a la creación de un autómata del siglo XIX y a la vida de autómata llevada por una conservadora de un museo después de la muerte de su jefe, de quien fue amante secreta durante trece años.

La otra obra sobre autómatas con la que he coincidido estos días es la película de Giuseppe Tornatore ‘La mejor oferta’. Ni la novela de Carey ni la película de Tornatore son grandes, aunque son inquietantes y, a su modo, originales. En ambas el autómata es un ser colateral; y no obstante, en ambas también, el autómata transfiere al humano su misma característica de ambigüedad mecánica, como si los seres humanos copiasen de los autómatas su trabazón de piezas invariables y fatídicas. El juego de posibles automatismos en el ser humano revela la pasión por el destino que siempre tenemos y que, inevitablemente, se traduce en el espanto que nos causa la sucesión de pasos mecánicos en nuestra vida. Somos más autómatas de lo que pensamos y aborrecemos serlo más de lo que creemos. Por eso nos subyugan.

10 de septiembre
Rechazo 1. ‘La infancia  de Jesús’ (Mondadori), de Coetzee. Al autor de esta novela, si en lugar de ser un premio Nobel como él, fuera un principiante, todo editor le recomendaría que se dedicase a otra cosa. No es novela, no es literatura, no es ficción, no es nada. Nada. ¿Será que los premios Nobel no asumen novelas fallidas? Seguramente, porque ante una novela fallida, lo primero y básico es que el escritor sea consciente de ello. No es muy frecuente aceptar que se ha errado y que hay que tirar la novela a la basura y empezar desde cero. La novela de Coetzee, además, aburre soberanamente. Por eso me indigna, porque Coetzee ha escrito algunas novelas extraordinarias, maduras, inolvidables, que son literatura mayúscula (‘Desgracia’ y ‘Verano’).

Rechazo 2. La nauseabunda trilogía ‘Paraíso (Amor, Fe, Esperanza)’ del cineasta austriaco Ulrich Seidl. ¡Qué lejos está de Thomas Bernhard o Michael Haneke, con quienes los críticos de cine se empeñan en compararlo! El suyo no es cine, no es arte, no hay nada que posea ni un gramo de poético, espiritual, metafórico. En este sentido, mantiene el mismo nivel artístico que un telediario o una cámara oculta. Voyeurismo barato, en resumidas cuentas. Solo retorcida obscenidad. No en balde su mundo es Austria.

 

© 2008 Adolfo García-Ortega  Todos los derechos reservados