Otra Galaxia › Listado de columnasEl fotógrafo explorador

El fotógrafo explorador

 

 

 

 

 

 

 

 

18 de marzo
         Mordzinski. Quiero mucho a Daniel Mordzinski. Tengo varias fotos de mí hechas por Daniel, y en todas reconozco habitar; lo descubrí en el momento de verlas, no antes, como si él hubiera tenido el don de saber de mi persona más que yo mismo. Es el mejor fotógrafo de escritores que ha habido y hay, se ha labrado a pulso su espacio mediante miles y miles de fotos a escritores (y no solo a escritores, claro) desde hace más de treinta años, allí donde estén, siendo como sean; es más, ha logrado dar entidad icónica a la imagen del escritor como ser extraño, anómalo, tierno o severo, duro o feliz, pero anómalo; ha sabido colocarlos en contextos que, perteneciendo a la mirada de Mordzinski, y por tanto a su fantasma, de repente, en la foto, esos contextos pasan a ser la verdad innegable del escritor retratado, una especie de verdad profunda. Daniel explora en los escritores hasta llegar al auténtico hábitat de su espíritu, atrapando en un instante el entorno mental por el que el escritor deambula cuando no escribe. Un jardín, una bañera, un ojo de buey, un salto, una siesta junto al Sena, un ascensor, un sombrero, una risa, un picado, un abrigo, una multitud, un desnudo. Todo vale como lugar para los escritores. Es el fotógrafo más físico que conozco y también el más metafísico. Una especie de Spinoza de la fotografía.

Y ahora la noticia: ‘Le Monde’, un referente mundial, ha destruido por error unos 50.000 negativos y fotografías suyas, previas a la época de la digitalización, que abarcan unos treinta años de fotos inolvidables y ya imposibles. Estaban guardadas en un cuarto que Daniel usaba de vez en cuando por un acuerdo entre ‘El País’ y ‘Le Monde’. Alguien en el periódico francés, sin criterio, lo echó todo a la basura. Todo eso se perdió en una escombrera. Miles de momentos que existieron dejaron de existir.

Algunas de esas fotos son las más famosas de Borges, Vargas Llosa o Cortázar. Pero desde la sublime modestia del gran fotógrafo que, sin embargo, encierra un volcán de energía dentro de sí, Mordzinski me escribe en un e-mail: “Se cargaron mi memoria pero también la de los escritores y artistas que había retratado. Tal vez es la metáfora de nuestra época, de la situación del periodismo gráfico y de lo poco que importa el trabajo humano y la memoria”.

Triste saberlo, aunque el hecho quizá nos ponga a los escritores en nuestro lugar: qué importaba nuestra imagen y quiénes seremos o dejemos de ser, solo importan los libros y las palabras. Solo importa el trabajo de Daniel Mordzinski, su esfuerzo, su talento y su enorme cariño. He dejado de comprar ‘Le Monde’.

20 de marzo
Años setenta. Recuerdo el día en que llegó a casa un paquete del Círculo de Lectores al que estaba abonada mi madre. Yo debía de tener unos dieciséis años o así. Lo abrí y me llamó mucho la atención el título: ‘Opiniones de un payaso’, de un autor llamado Heinrich Böll, Premio Nobel. Ni idea de quién era, pero lo devoré. Desde ese día, leí todo lo que pude de Böll, y lo he seguido haciendo. Ha sido un referente literario y moral para muchos, y su lucidez combativa, su fina ironía y su modo de contar la esencia de su tiempo, lejos de parapetarse en el realismo vacío que tanto celebran los críticos más doctrinarios (que los hay), siguen dando vigencia a sus obras.

Ha sido recientemente, en un tren, cuando me he reencontrado con la satisfacción que deja la literatura de Böll, al leer el libro autobiográfico que publicó unos años antes de morir en 1985: ‘Pero, ¿qué será de este muchacho?’. Acaba de publicarlo Galaxia Gutenberg. Habla de sus años de escuela, de su primera juventud en la Alemania de los primeros años treinta, de las penurias y presiones, de la vida cotidiana en el nazismo. En sus apenas cien páginas, con una habilidad finísima, pinta un cuadro de aquel tiempo con humor, piedad y acidez. Habría que leerlo en paralelo a los ‘Diarios’ de Victor Klemperer y sabremos qué pasaba de verdad en aquella época. ¿Dónde estarán los Klemperer y los Böll de hoy? No muy lejos, en las librerías, solo hay que ir a ellas.

22 de marzo
Leo un artículo de Carlos Boyero en ‘El País’. Es sobre Almodóvar. Esta vez lo comparto plenamente. Almodóvar es al cine lo mismo que Julio Iglesias es a Mozart, o más bien lo que un grafitero es a Velázquez: está a años luz. Su mérito: parecer convincentemente una especie de peluquero de señoras con aspecto de showman. Algún día se verá lo poco bueno que ha dado. Pero en España, desde la expulsión de los judíos, la estupidez siempre ha tenido un destacado lugar.

24 de marzo
Hacer lo inesperado, hacerlo en secreto, mantenerlo ahí. Demostrárselo a uno mismo y nada más. Es una variante del individualismo radical por el que algunos transitan. Otros los llaman francotiradores. En arte o literatura, no es mala opción; suena a epicúrea. Como el personaje de Gregory Peck en ‘Horizontes de grandeza’, aquel western de William Wyler (más que un western, en realidad) en que hacía todas las proezas cuando casi nadie lo veía. Las hacía solo para saberse capaz de hacerlas. Bienaventurados los capaces, porque algún día podrán contar historias.

 

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