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Pamuk, Praga, Proulx

 

 

 

 

 

 

 

 

Pamuk (Orhan).- Las novelas del premio Nobel Orhan Pamuk tienen la virtud de dar voz y entidad a sus conciudadanos, los habitantes de Estambul, a los históricos y a los actuales. Lo hace con una técnica muy eficaz que combina melodrama de novela popular con la naturalidad de un cronista paternal que colecciona hasta la más mínima historia de la calleja más recóndita. Es un escritor local que ha logrado saltar a la universalidad, gracias no solo a su talento narrativo, sino a la elección de la materia de sus obras: la auténtica Estambul. Sus memorias, fusionadas con las de la propia ciudad en el libro Estambul, son un claro ejemplo de ello. Es más, siempre muestra los crueles avatares de la historia de Turquía, pero todos son pasajeros y efímeros, en comparación con la ciudad y las múltiples caras de sus habitantes. La historia pasa, Estambul permanece, y aquí estoy yo para contarlo, parece decir Pamuk. La ciudad que lo vio nacer se convierte en vida y destino del escritor, que la elige como centro de su obra. Así, por ejemplo, una variante de ello, pero con forma de memoria coral, es su última novela, Una sensación extraña, demasiado excesiva hasta causar agotamiento en el lector. Para mí, la novela más subyugante de Pamuk es El museo de la inocencia, una especie de drama real que es un monumento, tanto al amor como a una Estambul perdida y añorada, a la que siempre regresa Pamuk. O de la que nunca sale.

París.- Lo bueno de no vivir en París es que siempre puedes ir a París.

Paraísos.- Siempre artificialmente prometidos.

Paso (Fernando del).- Existen novelas enormes e irrepetibles. Citaré tres ejemplos que para mí lo son: El rodaballo (Grass), Armonía celestial (Esterhazy), Yo, el Supremo (Roa Bastos). Obviamente, hay otras muchas cuya lista aquí no corresponde ahora. De esa naturaleza participa Noticias del imperio, del mexicano Fernando del Paso. Es una novela con musculatura y conocimiento, que relata con elegancia y sabor la historia de Maximiliano y Carlota, europeos decadentes caídos en el planeta México que nacía en tiempos de Juárez. Novela portentosa.

Perec (Georges).- Escribió una de esas novelas que, a su vez, tienen muchas novelas dentro y estas, muchas pequeñas historias con peripecias inesperadas. La llamó La vida instrucciones de uso y es un destilado embriagador de la mejor literatura. Novela im-perec-edera, nunca mejor dicho.

Poeta.- Dícese de quien escribe textos raros que causan emoción. Flaubert, poco lírico y más bien cáustico, dejaba a los poetas por los suelos, al definir al poeta como “soñador, sinónimo noble de bobo”. Hoy los poetas, más que soñadores pero no menos sinónimos, padecen de un exceso de ingeniosidad autosentimental contagiosa. Lo llaman selfie.

Político.- Figura pública que asume las ideas de una colectividad para llevarlas a cabo en la práctica; representante de esa colectividad para, en su nombre, gestionarlas con equidad y justicia. Maquiavelo, en El príncipe, en contra de la prudencia que se supondría como virtud del buen político, aconseja un desconcertante –pero no menos estimulante– principio: “Es mejor ser impetuoso que cauto”. Es decir, el político ha de tomar la iniciativa o perecerá. Desde Marco Aurelio, la enemiga del político es la duda.

Polo (Marco).- Sabemos poco de Marco Polo y, sin embargo, está en nuestro colectivo cultural como la referencia del viaje a tierras lejanas. Marco Polo (Venecia, 1254-1324) fue a las tierras de Kublai Khan acompañando a su padre Nicolo y a su tío Mafeo cuando era un adolescente y estuvo en aquellas tierras dieciséis años, más otros diez años que invirtió en diversos viajes. En ese tiempo, además de ser considerado una persona principal en las tierras del Khan y un sostenedor de la ruta de la seda, fue el autor de una obra única y fascinante, el Libro de las Maravillas que le dictó posteriormente a Rustichello de Pisa en una cárcel de Génova, allá por el año 1298. Rustichello escribió este compendio en francés y es una de las guías del conocimiento de su tiempo más asombrosas que hubo. Lo que guía a Marco Polo es el genuino espíritu del viajero: conocer lo distinto, aprender de lo nuevo y fijar el conocimiento como parte de la aventura humana, de la experiencia personal. La curiosidad y el asombro lo impulsan a saber y a describir con espíritu científico y asombro comprensivo. Fabrica así un relato y construye un viaje que se emparenta, en cierto modo, con la Odisea.

Posteridad.- Solo recomendable la del ADN.

Praga.- Praga es una galaxia de literatura en sí misma. Sobre Praga hay muchos libros y muchas lecturas. Una de las obras fundamentales (y poco conocida, ay) es Praga mágica (1973) del gran eslavista italiano Angelo Maria Ripellino. Es una puerta abierta a las Pragas que la literatura ha mitificado. Cito algunas, como la de los libros de Gustav Meyrink, autor de El Golem, o la de Leo Perutz y su obra maestra De noche, bajo el puente de piedra, o la de figuras totémicas como F. Kafka, a quien siempre vemos caminando por la calle Celetná, o de J. Hašek abandonando las tabernas más oscuras y cruzando el Moldava, por cuyas orillas suenan los versos de Nezval, de Holan, de Seifert y vuelas las hojas de los escritos demoledores de B. Hrabal. Una Praga donde germinó Europa.

Promesas.- Siempre paradisíacamente artificiales.

Pron (Patricio).- De este escritor argentino que tiene el don de la ligereza desbordante (cualidad tan del gusto de Italo Calvino), con una literatura culta y profunda, donde se  fabula sin descanso, hay que leer dos novelas que demuestran su originalidad: El espíritu de mis padres sigue subiendo en la lluvia (2011) y No derrames tus lágrimas por nadie que viva en estas calles (2016).

Proulx (Annie).-  En los años ochenta había leído de ella una novela que me inquietó e influyó especialmente: Postales. Luego, sin duda, disfruté de la que le hizo famosa: Atando cabos, más de otras novelas que, en ningún caso, bajarían del rango de extraordinarias. No es de extrañar, porque Annie Proulx es de ese elenco de escritoras norteamericanas muy superior al de sus homólogos masculinos, pero menos famosas. Me refiero a las grandes Marilynne Robinson, Lucia Berlin, Amy Hempel, Grace Paley, Susan Sontag, Joy Williams, Lydia Davis o Lorrie Moore, por citar solo unas cuantas. El bosque infinito, la última novela de Proulx, destaca por inmensa, gigantesca, minuciosa, magistral, y podría poner decenas de calificativos elogiosos. Es Melville y Faulkner y McCullers juntos. Trata de dos ramas genealógicas que se abren a finales del XVII en Nueva Francia, donde dos leñadores llegan a los grandes bosques de lo que luego será Canadá y los Lagos del norte americanos. Las generaciones que se suceden, entre europeos colonos y entre indios nativos, fraguan una historia que abarca el mundo entero: viajes, naturaleza, amores, política, aventuras, bosques y océanos, con personajes que sobreviven a la crueldad de la vida misma, siempre plagada de sorpresas que asombran al lector. Una novela inolvidable como pocas.

Proust (Marcel).- En él está el placer de la escritura por antonomasia, y también el placer de la lectura por excelencia. Leer En busca del tiempo perdido lleva, aproximadamente, unos dieciocho meses. Pero son dieciocho meses de placer creciente. Solo lo sabe quien lo experimenta. Por supuesto, habrá quien prefiera ver una serie en la tele, claro, pero también hay quien prefiere los McDonald’s.

 

>> Publicado en El Norte de Castilla

 

 

 

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